Al inicio de la vida independiente en el país, la educación fue una de las primeras preocupaciones. Durante el Primer Imperio mexicano de Agustín de Iturbide, a falta de fondos para realizar un proyecto educativo, se deja en manos de la Compañía Lancasteriana para que esta se encargue de fundar escuelas elementales y normales.
El Instituto de Ciencias y Artes se fundó en Oaxaca en 1826, como resultado de las normas educativas fijadas en la constitución. En la época de Gómez Farias se pone en acción los proyectos constitucionales de 1824, en favor del sistema público de educación, define su actividad política como el gran promotor de la instrucción popular del México Independiente, así, el Estado y no el clero sería el responsable de las nuevas decisiones en materia educativa. La enseñanza superior se distribuiría en seis establecimientos descentralizados del ámbito Universitario:
2) el de estudios ideológicos y humanidades
3) el de ciencias físicas y matemáticas
4) el de ciencias médicas
5) el de jurisprudencia
6) el de ciencias eclesiásticas
Se organizaron, además, la Biblioteca Nacional y otras instituciones educativas; también para estas fechas la política educativa denotaba cierta flexibilidad para que cada Estado de la república ajustase los criterios legislativos locales y sus recursos disponibles a la educación pública respectiva, esta medida traería como consecuencia una enfática diferencia entre los servicios educativos más favorecidos por el desarrollo.
Como un elemento de transición entre el agonizante pasado colonial y la recién lograda Independencia, encontramos en primera fila a José Joaquín Fernández de Lizardi, activo intelectual que se dedicó al periodismo, la administración pública y la novela bajo el mismo común denominador: la crítica del antiguo régimen, sus instituciones y las formas de educación y socialización que permitían destacar no a los más capaces, sino a los más cínicos, relegando a los profesores, a la última clase de la sociedad. Su obra más importante fue El Periquillo Sarniento.
Durante gran parte de este siglo, la lucha entre liberales y conservadores afectó todos los ámbitos del país, incluida la educación. Ambos grupos hicieron propuestas educativas; sin embargo, la que al final pudo llevarse a cabo fue la liberal.
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