La escuela de amiga, hubo desde la segunda mitad del siglo XVI, lo que se aprendía en ellas era el catecismo a través del canto y la memorización, proporcionaban la destreza en labores manuales y el hábito de la disciplina. La lectura, la escritura y las cuentas eran muy rara vez ejercidas en estas escuelas pero eran conocimientos prácticos que poco a poco se imponían como una necesidad de la vida cotidiana. La función de estos establecimientos, era intermedia entre el hogar y la escuela, aliviaba a las madres de la tarea de la enseñanza de sus hijas, para que llegasen a ser competentes amas de casa. Sus educadores eran mujeres respetables y frecuentemente ancianas.
La educación conventual fue dada principalmente por dominicas y franciscanas donde las religiosas aceptaban a algunas niñas de su familia o allegadas por cualquier concepto, aunque la mayoría de las religiosas siempre procedían de familias acomodadas. Las niñas debían de asistir al coro para los rezos en comunidad y vivir en clausura, aprendían labores de hogar como cocina, costura, trabajos manuales y confección de flores artificiales, además de que ser una novicia exigía el aprendizaje de la lectura, escritura, canto y el recitado de oraciones en latín.
Esta instrucción y permanencia en los colegios era a lo largo de la adolescencia y juventud, antes de tomar estado y toda una vida de matrimonio, en la que las mujeres recibían los mensajes formativos de su familia y de los clérigos o directores espirituales.
Pero fue hasta finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX que se terminaría por demostrar la necesidad de un cambio educativo.
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